sábado, 23 de junio de 2007

Vivir por un recuerdo


Florencia despertó después de una larga e inquetante noche, algo no la dejaba conciliar el sueño, sin embargo ya cerca del amanecer pudo dormir.
Abrió sus ojos esa mañana y todo se tornó distinto. Sentada en la cama analizó su alrrededor, entonces una angustia infinita llenó su alma.
Lo primero que hizo fue mirar sus manos temblorosas, sintió el miedo de infancia, sólo anhelaba el cálido y olvidado abrazo de su padre, la caricia reconfortante de mamá.
Al parecer había estado incerta en sueño de profundidad interminable, olvidó la realidad e ignoró que el reloj no es piadoso y que avanza sin parar. Sus manos fueron una prueba concreta de ello y por primera vez en setenta y cinco años sintió el pesar del tiempo.
Sus ojos no pudieron contener las lágrimas, estalló en llanto.
No encontraba consuelo para detener el sollozo, estaba sola, no tenía ninguna razón que justificara plenamente su existir, las banalidades evaporaron sus sueños de realización, amor y maternidad.
Se levantó de su cama a penas, sus pies pesaban más que de costumbre, se dirigió a la cocina por té y algo de pan.
Abrió las cortinas para contemplar su jardín y dar entrada a los rayos del sol, abrió las ventanas para sentir la frescura del aire. Se sintió un poco mejor y recordó los tiempos en que fue "feliz" . Era una táctica de autoayuda, comenzó a reir, a suspirar, a visualizar en forma nebulosa al único y gran amor de su vida, Gabriel, del cual sólo conserva una roñosa fotografía.
Se dirigió a una habitación ubicada al final de la vieja casona que cobijaba su soledad, donde guardaba cartas, ropa de antaño y porsupuesto fotos.
Entonces encontró lo buscado, ahí estaban Florencia y Gabriel, el apoyaba sus labios en la nariz, mientras ella sonrreía tiernamente... es que creían que el amor era eterno, que la vida fue construida para vivir su sueño y que jamás nada los alejaría.
Florencia sintió locos deseos de buscarlo, de decirle que nunca es tarde, que su amor por él persiste y que deben terminar la historia que hace sesenta y cuatro años comenzó.
Alzó su cabeza y vio su rostro anciano reflejado en el espejo, fue ahí cuando sintió que era tarde para revivir lo que el tiempo trató de borrar y en cierta parte logró.
Una extraña sensación la llevó a sonrreir, la fotografía entregó una paupérrima dosis de felicidad, desde ese momento sintió que el pasado y su no vivida historia,de una rara forma justificaba su vivir, era un motivo para soñar lo que tal vez pudo haber sido, o lo que en alguna otra vida será.
Guardó la fotografía salió de la habitación en dirección al dormitorio, estaba cansada y debía recuperar el sueño de la noche de desvelo. Después de un día tan emocional la música es bien recibida. Colocó el disco en su vitrola, tendió su logevo cuerpo en la cama y se durmio profundamente en un sueño de tango.