martes, 21 de agosto de 2007

Deleite


La luminosidad del despertar invoca a uno más de los momentos felices que la vida preparó para mi, hace que el cielo se vea distinto de ayer, de todos los días que antes ya viví y de los que en algún momento vendrán.

Se siente todo especial y distinto, lo cotidiano y lo sencillo se valora más que de costumbre.

El trayecto mira mi paso y avanzo más hacia el saber.

Los encuentro ahí cada mañana, los saludo como de costumbre y los quiero también.

Camino por pisos negro-blanco, sonrío y vivo más intensamente las emociones que se hacen infinitas cuando la experiencia en el vivir es mínima.

Conversar con quien puedo hacerlo se valora y agradece inmensamente, se ven ojos de sinceridad y encanto, se quiere con aires de eternidad, aunque siempre algo de de lo real dice y contradice lo que el sentir quiere vivir.

Subo escaleras, leo, escribo, critico y vivo al máximo los momentos en la fuente del saber. Algo dice en estos días que debe ser así, será porque el fin quiere venir y quiere sacar a mi ser del lugar donde en buenos tiempos se hablo de una real integración, y aunque para algunos se vea muerta, en lugares de color y acordes aún persiste y se hace cada vez más fuerte e inmortal.

Transcurren las horas, el tiempo se torna más valioso, el sol se esconde y retorno al lugar donde todo comenzó.

Cierro mis ojos esperando sueños, así como los de cartón piedra, como los de dulce música y colores existentes en imaginación. Anhelo en el fin un futuro despertar como el que acaba de terminar.

(escritura sin razón aparente, solo un deleite)