lunes, 18 de febrero de 2008

Rápido, un poco antes de llorar




La esencia de aromas cálidos revive la pasión prontamente rezagada y almacenada en tiempos de ausencia. Nada más basta una sonrisa para saber que vivo, que vivo más que ayer, con un día más en el cuerpo, un día de sueños y de llantos por qué no decirlo.
Desde ciertos tiempos los llantos son más intensos y esa presión que radica en el pecho ahoga y duele más que antes.
Es parte de saber que vivo, que siento como cualquier dama amante de las artes debe sentir.
Esas emociones, esa alegría pasionaria permanente y esporádica da impulso a la creación de los más bellos acordes, como también sabe traer las más hondas tristezas.
Soñar y soñar; armar una utopía que de fragmentos de felicidad es el ideal más inesperado, el que trae la dicha al alma novel que no sabe más que melodías lejanas pero también cercanas.
Como encontrarlo y no creer que se derrumban los sueños y la vitalidad de la misma juventud.
Como hallar la fuente de sueños en cuya profundidad podría nadar en libertad, sin pensar jamás en banalidades modernas, o encontrar la famosa flor que no sabe ser marchita.
En fin; cómo olvidar lo que ya es tan parte de la vida, los días , horas, minutos y segundos, si ahí en cada despertar o en el propio momento cuando las estrellas se desparraman en la inmensidad del cielo nocturno están y cuando los ojos se cierran pretendiendo encontrar la quietud del descanso también están.
Es tan difícil como lo que creo ya imposible, como vivir ese otoño tan propio o el recordado invierno sin que los ojos se humedezcan por aguas de pena.
Porque es peor que vivir umbría, porque esa es la claridad que alumbra cuando todo no es nada más que la más pura tiniebla, porque es sencillamente imposible.
No se puede, no.